sábado, junio 16, 2007

Cirugía de casco y alma... la historia de Don Raúl

Les presento mi nueva casa. Se llama Don Raúl. Este buque será mi hogar por unos 4 o 5 meses. Para mi es más que un buque, le he conocido por dentro y por fuera... me he sumergido hasta sus mismas entrañas corroídas por el oxido añoso de rincones ajenos a la luz... rincones destinados al lastre, pocas veces pisados por pies humanos siempre bañados por el alcalis de mares lejanos, casi ajenos para mi hasta hoy.



El quirófano es el Dique ASMAR en Talcahuano... abordan la nave un enjambre de cirujanos con cascos de diversos colores, asistentes equipados con máquinas que cortan el acero, que lo templan y deforman a voluntad, cientos de conductos que lo conectan a la energía de máquinas soldadoras, a la luz que le fue ajena a vastos rincones de su cuerpo por años.



Pasan los días y la nave adquiere mayor brillo...




Don Raúl nació en tierras orientales... tuvo varios dueños y varios nombres... hasta que un día arribo a costas de mi tierra y le nombraron con nombre de señor añoso... la razón no la tengo muy clara pero tiene un origen narcisista. Don Raúl siempre ha sido altivo... desde su concepción en tierras de samuráis... quizás heredó el caracter parco y sereno de estos personajes. Don Raúl nació en 1984, es decir que hoy debe tener unos 23 años, lo que es toda una vida, podríamos decir que este señor está en la etapa final de su vida productiva... quizás en unos 4 o 5 años más lo jubilen y lo manden con vacaciones de por vida a algún desguasadero en India o Bangladesh. Así serán sus días finales probablemente.


Pero a medida que pasan los días Don Raúl se revitaliza, recupera el fulgor del acero joven... se acuerda de esos primeros años de vida en los que era objeto de admiración de aquellos que lo pudieron conocer en ese tiempo... su nombre vibra al son de las maestranzas como canto de sanación...


Y me mira de reojo... indiferente, como si estuviese conciente de su transformación y se queda ahi silencioso, sereno... ante la perplejidad que causa en los marinos. Don Raúl es grande y lo sabe, ha soportado las bravezas del mar que aún vibran en su casco durante el silencio de la noche, se ha enfrentado al tiempo inexorable que deja cicatrices en su piel... Don Raúl no es sólo una estructura de acero... ha sido cobijo de marinos de diversos orígenes y de cada uno de ellos ha absorvido parte de su caracter...



Don Raúl tiene alma... y eso se siente. Estabamos a la gira en Ventanas, casi la mayoría de la tripulación bajó a tierra, nos quedamos unos pocos abordo. El recorrer los pasillos del buque, sus cubiertas sin encontrar a nadie, sólo el silencio del acero frío e indolente... Don Raúl tiene un alma solitaria, aquel día asi lo hizo sentir... nos hablaba con el silencio... y transmitía un gran vacío, como si reclamase a aquellos marinos que le habían dejado ese día... quizás los extrañaría, asi como uno extraña volver a su buque cuando se está mucho tiempo alejado del mar.



Don Raúl el errante solitario... un carácter que ha heredado de todos aquellos marinos que han encontrado cobijo en sus frías paredes, una especie de burbuja aislada de este mundo terrenal y también del de los muertos, un carácter que en parte yo también siento que estoy heredando... es extraña esta dependencia buque-marino, es un vaivén constante entre desear estar en tierra y querer volver a navegar. Pienso que es como el mar mismo, variable e impredecible... pero siempre ahí generando aquella atracción que cautiva a los marinos... es quizás la misma diosa Calipso que nos ha hecho suyos para siempre.


Y así al compás del acero renovado renace Don Raúl... se siente en el aire el nuevo ímpetu del casco refulgente como faro de luz en medio del oceano que acaricia su piel al canto de la suave brisa marinera del mar del sur.



Entre el cielo y el mar ... un bitácora de viaje.