... y que a veces no podemos ver todo lo que deseamos ver porque se nos quiere mostrar lo fundamental, aquello que no podríamos captar porque resulta ser aparentemente invisible al confundirse con lo cotidiano, porque quizás para poder hallar la esencia de las cosas es necesario aislarse del todo que te rodea para así poder diferenciar lo no perpetuo de lo imperecedero… para comenzar a entender aquello que nos mueve a seguir abriendo surcos entre las veleidosas selvas del destino.
Algo así es lo que pude sentir en aquel momento en que llegué a los pies del Cristo Redentor en el Corcovado. Hace mucho tiempo deseaba ir para allá, durante el viaje pasado lamentablemente no pude ya que las condiciones climáticas no acompañaron durante la estadía… en días nublados la cumbre del Corcovado se cubre de niebla… y el Cristo Redentor se oculta entre un campo nuboso grisblanquecino que tapa toda panorámica de la ciudad de Río de Janeiro. Y casi siempre que aparecen esas nubecillas, detracito les siguen unas lluvias que a lo lejos se aprecian como verdaderas cortinas de agua.
Mi última estadía en Río duró cinco días… de los cuales resultó ser sólo el último el más apropiado para ir al Corcovado… eso es lo que creía. Salí en la tarde junto con Ionne, una holandesa rubia de ojos azules de mirada penetrante, piel levemente bronceada y pecosilla, que vive el día a día corriendo de navío en navío. Ella lleva como 4 años viviendo acá en Río después de haberse separado de su marido (capitán mercante holandés). Ahora se dedica a ofrecer servicios de proveeduría a los buques que llegan al puerto… ella nos trae los víveres: las bebidas, las frutas, legumbres… todo lo que se le pida ella lo trae o sea todo lo que se relacione con provisiones jjejeje. Al parecer le ha ido bien, pues atiende varios buques, es conocida ya por muchos capitanes… le favorece bastante el hablar como cinco idiomas: holandés, inglés, portugués, español, griego, alemán si es que no se me queda algún otro en el tintero.
La idea en un comienzo era movilizarme a pie desde el puerto hasta la estación de metro Uruguaiana que esta cerca de la Aduana, desde allí subir al metro hasta la estación Largo Do Machado o algo así. Desde allí combinar con el ómnibus al barrio de Cosme Velho, bajarme donde hay una placita y subir en el trencito hasta el Cristo. Le conté mi plan a la Ionne, pero ella me dijo, antes de despedirnos en plaza Mauá y seguir “sousinho” mi camino, que el trencito funciona sólo hasta las 5 o 6 de la tarde, lo cual resultó ser cierto porque cuando llegué a la boletería el último “boundinho” había salido como hace 20 minutos… snif!!! Hay otra opción para subir al cristo a esta hora??? - pregunté al que atendía la boletería, un taxi o algo así?? Me respondió que si, pero el taxi te va a cobrar unos 40 reales sólo por subir y no te va a esperar para que bajes a no ser que lo arregles con él, pero si es así mínimo unos 70 reales, o sea como 40 dólares… salia carito subir… por la xuxa estás a los pies del Corcovado y no podís subir… a pie son como tres horas y ya son las 6 de la tarde… esperé un rato más en una de esas llegaba más gente que quería subir y podía armar hacer un grupito para pagar el taxi a medias. “Mais infelizmenthi” no pasaba nada!!! De repente apareció un anciano con una tarjetita colgando de su cuello… me llamo la atención y le pregunte si tenía algo que ver con paseos al cristo o algo así, en efecto pertenecía a una cooperativa y te ofrecían precios más módicos por llevarte al monumento, te esperaban allá el tiempo que quisieras… etc. El trencito cobra 36 reales ida y vuelta… un taxi mínimo 70 riais… el viejito 50 riais… DECÍDASE LUEGO!!! me decía… en poco tiempo mais ya no podremos subir… entre portuñol y algunas frases aprendidas cerramos trato y en menos de 5 minutos me estaba internando en las alturas del Corcovado… el día aún estaba despejado… se venía un atardecer anaranjoso.