De pie sobre la azotea de la construcción él se alza mirando fijamente al horizonte, como si en algún punto de esa línea que le es inalcanzable intentase vislumbrar señales de un pasado ausente que quedó enterrado en el desierto del olvido a causa de un destino que le es incierto y que le trajó hasta aquí, manteniéndolo confinado a esta soledad, ajeno a sus recuerdos. La estructura que él vigila es similar a una pequeña ciudadela en ruinas, su fachada está contenida en murallas de roca grisaceo opacadas por el paso del tiempo. Su interior es lúgubre y vacío, impregnado de una leve atsmósfera polvorienta que al mezclarse con la ténue luz del día que ingresa al interior le da un ambiente casi etéreo. Llama la atención que las puertas y ventanas de esta estructura siempre están abiertas (en algunos casos simplemente no existen), ni siquiera un cerco o muro que la separe del mundo exterior, un mundo en el cual aparentemente sólo existiese el vacío y la soledad, pues alla afuera lo único que él puede distinguir es aquel horizonte aparentemente inalcanzable que separa el cielo de los confines del mundo, sólo el pasar de los soles hace recordar al centinela de la existencia de un tiempo y de un espacio que le han sido ajenos desde que tiene conciencia de si mismo: el primero debido a que no se siente parte de éste ni le afecta su paso, es como si el tiempo le fuese ajeno e indiferente; en cuanto al espacio, su mundo esta limitado sólo por esta estructura pues jamás se ha aventurado a ir más allá. Nunca nadie ha logrado entrar allí antes, a pesar de que tampoco el guardián que custodia esta construcción recuerda que alguien haya llegado a visitarle alguna vez.
Su memoria no alcanza a vislumbrar aquel instante en que él llegó a habitar en aquel lugar. No puede recordar quién o qué lo trajo aqui, tiene la sensación de haber aparecido de la misma nada y allí se ha mantenido en actitud inmutable de solitario guardián de su pequeño mundo, sin ser dueño de sus recuerdos ni de su pasado. Lo que él es ahora se encuentra confinado a estas cuatro paredes, a estos cuatro niveles.
Mas hoy sientes una extraña sensación. De improviso apareces en la azotea de tu construcción vigilante intentando vislumbrar algo más alla de las paredes que han circundandado tu destino. Hay una atsmósfera diferente allá afuera, repentinamente el desierto que te rodea adquiere un movimiento fuera de lo común; la arena danza inexplicablemente con el viento creando una cortina que no te permite ver con claridad lo que hay del otro lado. El aire va elaborando caprichosas formas que se mezclan con la arena hasta llegar a formar un torbellino que se aproxima hacia ti y que instantáneamente se detiene frente a tu construcción... a lo lejos una extraña visión asoma entre esta agitación, como de la nada misma aparece inverosimil una mujer que viste abrigo rojo.
Y apareciste tú etérea de esa misma nada que me trajo hasta aquí, impregnada con ese mismo halo de soledad que me ha acompañado desde siempre. Te quedaste ahi congelada en el tiempo frente a mi puerta mientras yo me estremecía como nunca antes supongo había sentido, una sensación inexplicable me embargaba en ese instante y no sabía que hacer mientras tú, dándome la espalda observabas aquel mismo horizonte que vigilaba en serena comunión con los soles día tras día. Sentí una inexplicable tristeza al verte tan sola atormentada por ese desierto que te envolvía. Bajé desde mi azotea para buscarte, decidido a aventurarme más allá de estos fríos muros. En un instante me hallé en el portal casi a punto de salir de mi fortaleza y ya estabas allí. Te cruzaste conmigo sin notar mi presencia, pasaste indiferente a mi lado y comenzaste a subir la escala silenciosa y ténue sin decir nada, pude ver en tu mirar ausente un reflejo de callada tristeza, pero no me atreví a hablarte. Fue un instante letárgico, triste y efímero, pero es como si hubiese sido más extenso que todos éstos días de silencio que me poseían.
Esa fue la única vez que te ví. Sali de la construcción y tú te quedaste allí dentro. En ese momento supe que ya no nos volveriamos a ver. Me pare frente a la estructura para ver si te asomabas por aquella azotea que innumerables veces fue mi torre de centinela escrutador, pero no apareciste. No regresé más a aquel lugar, tú habitaste en él desde aquel día que entraste sin permiso a mi mundo y a mi corazón.
A partir de aquel día él vaga solitario sin rumbo fijo por el desierto. El paso de los soles ya no le es indiferente; y sin construcción que vigilar, el horizonte de las estrellas que le fue ajeno desde un comienzo será su única frontera. La incertidumbre de un pasado cuyas huellas fueron borradas por un caprichoso destino ya no le atormenta desde aquel día en que se presentó ella. Su presencia vive en su interior día a día y su recuerdo perdurará eternamente como único tesoro de un pasado cuyas huellas quedaron enterradas para siempre entre las arenas del olvido.
De la mujer del abrigo rojo nadie sabe nada. Dicen que a veces cuando te detienes a escuchar la voz del silencio en medio de las noches de desierto es posible oirla... otros aseguran que su voz es la misma la soledad que acompaña a los viajeros en su largo transitar hacía los confines de la tierra.