
Repentinamente se encuentra en un tiempo que le es ajeno a su realidad, a su existencia. Su energía vital materializada en un ser desconocido para él. Su cuerpo etéreo va adquiriendo otra forma, otra textura, no percibe aromas, ni otras sensaciones. Es como si sus sentidos estuviesen dormidos o quizás ausentes desde el instante mismo en que fue concebido aquella noche de sueño.
Montando una carreta apareces de la nada sentado sobre ella... hay una yunta sin control, no están las bestias que la mueven, mas ellas si están ahi presentes!!! pero te son invisibles entre tanta bruma, conduciéndote hacia lo desconocido sin control alguno. La bajada tiene pendiente pronunciada, el callejón es oscuro, los árboles flectados caprichosamente por una fuerza ajena a toda ley de este mundo físico van tornando una especie de túnel sobre el camino, las ramas secas se entrelazan formando una estructura hermética al mundo exterior, dando predominio a una oscuridad tenue y lúgubre que se entremezcla con pequeños trazos de luz que traspasan aquella barrera y se reflejan en el lodo aposado del callejón.
Y te encuentras rodando cuesta abajo, sin nada que pueda detener este frenético avance hacia un fin oscuro, tan oscuro que de él no se puede escapar ni sabes cuando empieza ni donde termina porque es ajeno a tu mundo, a tu tiempo, sin noción de espacio. Puede ser un momento infinitesimal o eterno, eso no lo sabes aún porque te encuentras descendiendo sin control dentro de ese callejón oscuro sin sentir nada, mientras el estrepitoso rotar de aquellas ruedas altera el brillante sílice del barro oscuro.
La pendiente termina en una suave planicie, desaparece en la nada la carreta con su yunta de bestias invisibles, volviendo quizás a la misma nada de la cual brotaron. El lodo del camino se convierte en un ténue espejo, tus pies sumergidos en él caminan sobre esta especie de pantano de claras aguas mustias, sin movimiento, sin vida. El silencio reina en este territorio, un bosque gris y antiguo rodea a esta laguna, las copas de lánguidos árboles se inclinan sobre la orilla con ademán de tristeza. Tu andar no altera la calma del espejo que se mantiene frío e instransmutable.
Miras a tu alrededor, frente a tí el viejo bosque mustio, a tus espaldas una densa bruma blanca que se confunde con aquel espejo que no refleja nada, porque estás en la nada y no sientes nada. Buscas tu reflejo en él mas sólo hallas un manto de tenue nada. Tu mirada se pierde en el horizonte de la nada para vislumbrar que más alla del espejo, apoyado sobre él se encuentra una mesa rectangular con tres puestos, la cubre un mantel blanco, las sillas son blancas, la mesa también. Al acercarte ves que en el extremo izquierdo está sentado tu padre y que frente a él sentado en el lado opuesto está tu hermano menor. Tu puedes verlos a ambos, pero ellos no pueden verse entre sí por lo cual continuan ambos silenciosos mirándose de frente pero sin notarse. En medio de esta nada, de este frío que no puedes sentir te acercas a ellos y te sientas entre ellos dándome la espalda, ellos te ven y te hablan, extrañamente a lo que creíste ellos te escuchan y les hablas, haciéndoles notar la presencia de aquel que no ven, por lo que pasas a ser una especie de medium entre ellos, la mesa esta vacía, sobre ella no hay nada por que está apoyada en medio de esta nada.
Llegó aquel instante final. La mesa transmutada en un lecho blanco que se halla en medio de una densa nube blanca donde pierdo noción de lo que es arriba, abajo, hacia el lado... no existe el espacio y el tiempo es sólo este momento mesurable en el que me acerco a aquella camilla notando que en ella hay una blanca sábana cubriendo algo, presiento que allí estás tú... descubro la cama, aparto la sábana y eres tú en efecto. Tu rostro sereno, tu tez más blanca que la nieve, que aquella nada que me guió a ti en este mundo surrealista. Tus cuerpo yace sin vida, tus ojos cerrados me indican que haz caído en el sueño eterno. Me acongojas, y justo al final me regalas esta sensación. Acaricio tu frente, te susurro tres palabras y abriste los ojos... momento inconmesurable, efímero pero que quedó por la eternidad en la veta del ser.
Y ha pasado un año y me hallo frente al hospital. Tristeza para mi fue cuando escuché el llanto de mi padre, es que tus ojos se habían cerrado para siempre...
Montando una carreta apareces de la nada sentado sobre ella... hay una yunta sin control, no están las bestias que la mueven, mas ellas si están ahi presentes!!! pero te son invisibles entre tanta bruma, conduciéndote hacia lo desconocido sin control alguno. La bajada tiene pendiente pronunciada, el callejón es oscuro, los árboles flectados caprichosamente por una fuerza ajena a toda ley de este mundo físico van tornando una especie de túnel sobre el camino, las ramas secas se entrelazan formando una estructura hermética al mundo exterior, dando predominio a una oscuridad tenue y lúgubre que se entremezcla con pequeños trazos de luz que traspasan aquella barrera y se reflejan en el lodo aposado del callejón.
Y te encuentras rodando cuesta abajo, sin nada que pueda detener este frenético avance hacia un fin oscuro, tan oscuro que de él no se puede escapar ni sabes cuando empieza ni donde termina porque es ajeno a tu mundo, a tu tiempo, sin noción de espacio. Puede ser un momento infinitesimal o eterno, eso no lo sabes aún porque te encuentras descendiendo sin control dentro de ese callejón oscuro sin sentir nada, mientras el estrepitoso rotar de aquellas ruedas altera el brillante sílice del barro oscuro.
La pendiente termina en una suave planicie, desaparece en la nada la carreta con su yunta de bestias invisibles, volviendo quizás a la misma nada de la cual brotaron. El lodo del camino se convierte en un ténue espejo, tus pies sumergidos en él caminan sobre esta especie de pantano de claras aguas mustias, sin movimiento, sin vida. El silencio reina en este territorio, un bosque gris y antiguo rodea a esta laguna, las copas de lánguidos árboles se inclinan sobre la orilla con ademán de tristeza. Tu andar no altera la calma del espejo que se mantiene frío e instransmutable.
Miras a tu alrededor, frente a tí el viejo bosque mustio, a tus espaldas una densa bruma blanca que se confunde con aquel espejo que no refleja nada, porque estás en la nada y no sientes nada. Buscas tu reflejo en él mas sólo hallas un manto de tenue nada. Tu mirada se pierde en el horizonte de la nada para vislumbrar que más alla del espejo, apoyado sobre él se encuentra una mesa rectangular con tres puestos, la cubre un mantel blanco, las sillas son blancas, la mesa también. Al acercarte ves que en el extremo izquierdo está sentado tu padre y que frente a él sentado en el lado opuesto está tu hermano menor. Tu puedes verlos a ambos, pero ellos no pueden verse entre sí por lo cual continuan ambos silenciosos mirándose de frente pero sin notarse. En medio de esta nada, de este frío que no puedes sentir te acercas a ellos y te sientas entre ellos dándome la espalda, ellos te ven y te hablan, extrañamente a lo que creíste ellos te escuchan y les hablas, haciéndoles notar la presencia de aquel que no ven, por lo que pasas a ser una especie de medium entre ellos, la mesa esta vacía, sobre ella no hay nada por que está apoyada en medio de esta nada.
Llegó aquel instante final. La mesa transmutada en un lecho blanco que se halla en medio de una densa nube blanca donde pierdo noción de lo que es arriba, abajo, hacia el lado... no existe el espacio y el tiempo es sólo este momento mesurable en el que me acerco a aquella camilla notando que en ella hay una blanca sábana cubriendo algo, presiento que allí estás tú... descubro la cama, aparto la sábana y eres tú en efecto. Tu rostro sereno, tu tez más blanca que la nieve, que aquella nada que me guió a ti en este mundo surrealista. Tus cuerpo yace sin vida, tus ojos cerrados me indican que haz caído en el sueño eterno. Me acongojas, y justo al final me regalas esta sensación. Acaricio tu frente, te susurro tres palabras y abriste los ojos... momento inconmesurable, efímero pero que quedó por la eternidad en la veta del ser.
Y ha pasado un año y me hallo frente al hospital. Tristeza para mi fue cuando escuché el llanto de mi padre, es que tus ojos se habían cerrado para siempre...
Lástima que ya no abriste los ojos
Un lamento por aquellos sueños
Que ya no fueron realidad
Que en paz descansen
Que en paz descanses
Un lamento por aquellos sueños
Que ya no fueron realidad
Que en paz descansen
Que en paz descanses
1 comentario:
Formidable relato!.
Sentir que la soledad es la única compañía en el tramo de la vida es lo único que puede romper los sueños, tal vez en el dormir eterno puedanser reencontrados...
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